Por Mauricio Bernal Giraldo.

LA PLUMA

Qué haces en el mar si tu vida está allá arriba?

La pregunta la formulaba Luisa Mora, mi compañera de turno de navegación, a bordo del velero “Natasha”, una noche de diciembre de 2013, en la mitad del Océano Atlántico. Le respondí concisamente:

-“ Me llegó la hora de recoger las alas y vivir en esta otra dimensión”.

A tres años de tan memorable aventura,  quiero compartir esta  vivencia, recopilada en mi diario de a bordo del “Natasha” durante la  travesía a la cual fui invitado por el capitán Sergio Beszonoff, amigo de infancia. Mi entusiasmo por la interesante experiencia a la cual se me convidaba contagió a Alejandro Garzón y a Luisa Mora, jóvenes navegantes, instructores de vela del Club El Portillo, quienes se sumaron a la tripulación.

Al igual que lo vivido durante días y noches en mis horas de vuelo, ahora lo hacía a bordo del “Natasha”. Luego de sortear múltiples adversidades, nos embargaba la sensación de estar lejos de todo, pero asimismo la esperanza de arribar pronto a puerto.

En uno de mis turnos, al observar fijamente una gaviota casi amurada al “Natasha”,  encontré la respuesta a la inquietud de Luisa y redacté  estos párrafos bajo el título de “La Pluma”.

En la mitología griega encontramos en  la leyenda de Icaro y Dédalo la metamorfosis de la pluma a la vela. Dédalo pudo, gracias a su enorme inteligencia, encontrar una forma de liberarse de su cautiverio en el  laberinto del minotauro. Creó unas alas para él y para su hijo Icaro, las cuales pegó a sus cuerpos con cera. Comprobó que eran útiles para volar y se las colocó a su hijo, advirtiéndole que no se acercase mucho ni al sol ni al mar. Icaro se acercó tanto al sol que la cera que pegaba las plumas a su cuerpo se derritió y éstas se separaron cayendo Ícaro hacia el mar.

Otra versión de la mitología griega recrea la muerte de Icaro con motivo de la huida de Creta en pequeñas barcas denominadas bajeles, para las cuales Dédalo inventa el principio de la vela, desconocido hasta entonces para los hombres, observando la forma de una pluma. Icaro, torpe navegante, naufragó en las costas de Samos.

Asi es como las plumas les permitieron a Icaro y a Dédalo, bien fuera por vía terrestre o por vía acuática, liberarse del cautiverio de laberinto del minotauro, aunque no de sus debilidades.

La vela, considerada por muchos como segundo invento en importancia después de la rueda, permitió descubrir el nuevo mundo, traspasar fronteras, la interacción de culturas  y el intercambio de  mercancías. Paralelamente se convirtió, por necesidad, en arma de guerra para defender  propiedades, pueblos ya-pluma-2 mares de invasores y piratas.

El movimiento de los seres humanos en tierra se desarrolla en una sola dimensión, en la cual nos desplazamos de un punto a otro utilizando el impulso de nuestras extremidades o de algún motor.

En el mar se vive en un plano bidimensional. Para desplazarnos de un puerto a otro es necesario desafiar la dirección del viento. En este caso el motor impulsor es la vela y el rumbo deseado se consigue con el timón.

En la atmósfera, para viajar de un lugar a otro se conjugan tres dimensiones. Al igual que en la tierra, es imprescindible el motor. Con la fuerza que éste genera se vence la resistencia. El efecto que resulta es el empuje necesario para ascender, lo cual implica un desafío a la gravedad. Esta fuerza se opone a la sustentación y es aquí donde el perfil alar, que es similar tanto en la pluma como en la vela, ejerce su función.

La resultante del manejo coordinado de las fuerzas de gravedad, empuje y resistencia, nos permite viajar en tres dimensiones.

En forma similar, me atrevo a señalar que la conjugación de constancia, empeño y voluntad  nos permiten vencer la adversidad, la pereza y el miedo, motivándonos a la aventura. El sueño de desplazarnos por aire o por mar se hace posible, nos permite ver la vida desde la misma perspectiva y sentir el placer de navegar.

Luego de mi turno de descanso regreso a cubierta y me encuentro con mis compañeros de viaje. Les leo mis reflexiones pretendiendo dar respuesta  a la pregunta de Luisa.

Luisa mira al cielo y exclama, como presagiando un buen augurio:-“¡Miren al cielo. Allá está la pluma!”.

Agradezco a mis compañeros  de viaje del “Natasha” y a  Dios. Con su ayuda y gracias al trabajo en equipo logramos sortear las adversidades y pudimos llegar a buen puerto, realizando nuestro mismo  sueño: Cruzar el Océano Atlántico.

MAURICIO BERNAL GIRALDO

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